POR NORBERTO HERNÁNDEZ BAUTISTA
Nunca en la historia del país ha existido un escenario como el construido por el líder político Andrés Manuel López Obrador. Como buen tabasqueño-veracruzano y con sangre española en sus venas, es un ave de tempestades. Arrojado, carismático y visionario se colocó en el bloque de la resistencia, nadó en aguas crecidas, ganó el gobierno y en pocos años, conquistó el poder que la izquierda histórica nunca pudo, aunque luchó por tenerlo. Lo más valioso es que no cometió el error de los dos presidentes panistas de pensar que la oligarquía y el conservadurismo nacionales eran sus aliados o sus amigos.
Andrés Manuel no ha tenido que abrir los tres sobres que recomendaban al presidente cuando tomaba posesión. Ante una crisis abrir el primer sobre y culpar al que salió; cuando las cosas llegaran a un punto de mayor estrés, abrir el segundo y hacer cambios en el gabinete; pero si el asunto de plano se salía de control, abrir el tercer sobre y escoger a su sucesor. Este escenario no se presentó para el constructor y dirigente de la 4T. Al contrario, su imagen es la mejor evaluada de la historia sobre un presidente al quinto año de su administración; internacionalmente es reconocido y respetado, solo hay que ver a los paisanos en Estados Unidos que se reúnen, agitan banderas tricolor y pancartas con la imagen de AMLO.
Con los medios nacionales en su contra, instauró la mañanera, informó y descubrió ante los ojos del pueblo la desmedida corrupción del viejo régimen y echó por la borda la estrategia de desgaste diseñada por sus odiadores. Los resultados de dar a conocer el saqueo del erario público cometido por un reducido grupo de privilegiados le dieron la mayoría en la cámara de diputados en las elecciones de 2021 y, con ello, consolidó la continuidad de la 4T. Con esa misma legitimidad, aguantando la presión y la campaña permanente de noticias falsas para derrocarlo, fue a las elecciones estatales y se llevó 21 gubernaturas de 2018 a 2023. La última de ellas, la del Estado de México, considerada la joya de la corona. Es decir, de 32 entidades federativas, Morena gobierna en 21 estados, más dos aliados, suma 23 administraciones afines.
Y llegó la entrega del bastón de mando. Con ciertos raspones y algunos enojos, el proceso interno —tanto de la corcholata mayor como las nueve corcholatas locales— superó los pronósticos adversos. El riesgo mayor era un posible rompimiento de Marcelo Ebrard y no ocurrió. El otro reto estratégico era la elección de la candidatura por la Ciudad de México y el principal competidor apoyó la designación política. No hay duda, la figura presidencial es el factor de decisión política y lo seguirá siendo.
Del otro lado, todo es desorden. No entienden que su adversario avanza y crece en aceptación popular y esa opinión se traduce en votos. Van de rompimiento a renuncias y de una candidata que pasa de broma a pesadilla. En la Ciudad de México designaron a Taboada que no puede ganar, pero si negociar su libertad. El otro aspirante, Rubalcava solo se quedó con el amor de Sandra Cuevas. La mayoría de los que suben al templete del Frente Amplio por México, son zopilotes que vuelan sobre su víctima, buscan fuero legislativo para no enfrentar la justicia. ¡Esa pluri sí se ve!
Con un presidente querido por el pueblo, un partido que ha superado sus procesos internos, un movimiento Lopezobradorista como movilizador electoral y la mañanera como generadora de conciencia social son señales que anuncian la continuidad de un sexenio más de gobierno progresista.
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