POR NORBERTO HERNÁNDEZ BAUTISTA
Pasadas las elecciones del 2 de junio de 2024, el golpe mortal que Morena asestó a la oposición de derecha fue fulminante. Más allá del mero triunfo y lo que esto significa existe un acontecimiento mayor que debe ser atendido, analizado y tener una estrategia de corto y mediano plazo, tanto para quienes perdieron como para aquellos que ganaron. Estos son los nuevos límites de la democracia mexicana. Pensar en el largo plazo es arriesgado y hasta temerario. En el orden nacional el corto plazo son doce años más al frente del Poder Ejecutivo Federal, mientras en los estados de la república se puede ampliar a un sexenio más.
Estos parámetros se dan en función de la debilidad de la oposición. Es complicado que superen sus propias contradicciones y ahí radica una ventaja comparativa para Morena y sus aliados. En este momento, militantes, gobernantes y líderes del PRI o el PAN es más fácil que renuncien y se afilien a las filas morenistas, petistas o al verde. Quedarse en el lugar donde toda su vida militaron es aceptar ser inquilinos del panteón de la política del viejo régimen.
Lo que queda a la oposición de derecha es seguir subordinada al activismo de los dueños del poder económicoque perdieron el control sobre el presidente y ahora son los verdaderos críticos contra el gobierno, no los partidos ni sus dirigentes. La derecha vive el ejercicio de la política de mercado donde el que paga manda y a eso se han limitado, a obedecer, hacer coaliciones como se los ordenan, aun cuando sean contra toda lógica. Dicen que no se pueden mezclar el agua y el aceite, pero eso no aplica en la política electoral del país. En el fondo no los unen sus amores sino sus odios.
Para quienes ganaron, más allá de los festejos tan válidos como merecidos, el fondo que van a vivir es que acaban de formar una nueva clase política en el orden municipal, estatal y en la federación ni se diga. Todo el conjunto de los triunfadores de Morena son parte de una nueva mayoría más grande y más fuerte que la que tuvo el PRI desde su fundación. Morena ganó las elecciones, pero fue más allá, calculado o no, lo hicieron y han reformado el ejercicio del poder público en México. Eso es algo grande, es un fenómeno de estudio que hasta ahora es poco valorado y analizado.
Lo más que se ha logrado es tener opiniones de periodistas, pero justamente con ese límite el de ser opiniones. El periodismo, de algún modo, crea opinión pública, pero la coyuntura los obliga a rectificar lo dicho un día antes y colocar una nueva versión de los hechos totalmente diferente a la sostenida apenas unas horas atrás. Las universidades como grandes centros de la universalidad del pensamiento también han abandonado el estudio de los fenómenos sociales con el rigor de las ciencias sociales.
Los nuevos funcionarios que van a asumir el ejercicio de las tareas de gobierno deben tener claro que pueden ser sus propios sepultureros, porque gobernar implica tomar decisiones y pagar el costo de las mismas. Se presenta una natural contradicción, porque la continuidad obliga a dar resultados, pero estos no existen sin afectar a unos para beneficiar a las mayorías. Los programas sociales son una buena base, pero no es eterna. Es probable que ante problemas como el abasto del agua los electores se conviertan en una oposición real, a pesar de recibir tarjetas de ayuda económica.
Deben saber que ahora son ellos el poder y son gobierno.
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