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Comunicar, convencer y vencer



POR NORBERTO HERNÁNDEZ BAUTISTA 

Quedan pocos meses y se va, es el primer presidente de México que ha hecho historia antes de serlo. Lo intentó tres veces, en la primera, ocurrida en 2006, le arrebataron el triunfo con un escandaloso fraude electoral. Empresarios como Carlos Slim consideraron anular los comicios y llamar a elecciones extraordinarias para que el país no viviera en una crisis política. No prosperó y, ciertamente, México vivió una crisis de seguridad que, a la fecha no ha podido revertirse. Felipe Calderón declaró la guerra al crimen organizado, como medio para ganar legitimidad que el pueblo le negó en votos.

 

La segunda vez que compitió por la presidencia fue en 2012. Reclamó la existencia de un fraude, tampoco fructificaron sus protestas. Los poderes fácticos, la oligarquía empresarial y los dueños de los medios de comunicación hicieron un bloque contra él. Era llamado “el peligro para México”. Pasado el tiempo, se hizo público el financiamiento ilegal en la campaña del candidato presidencial, Enrique Peña Nieto. Un escándalo internacional de la empresa constructora Odebrecht mostró el flujo de millones de dólares en apoyo del aspirante priista. Antes, ya se había evidenciado el supuestos manejo de dinero ilegal a través de las identificadas como tarjetas monex.

 

Llegó la tercera y fue la vencida. Andrés Manuel López Obrador (AMLO) más incluyente, con un discurso moderado y sin caer en provocaciones canalizó el hartazgo de la población por los abusos de poder, la generalizada corrupción, la inseguridad y la pobreza de millones de familias y ganó. Fue un triunfo histórico, nunca había vencido la oposición de izquierda. Lo hizo con un partido de reciente creación, Morena, fundado en 2014. Ahí reunió a la militancia de lucha, la formada ideológicamente, la que no se quiebra, la de convicción; la otra se quedó en el PRD, con “los Chuchos” convertidos en aliados vergonzantes del régimen. “El peje” ganó todo: la presidencia, la mayoría en la cámara de senadores y en la cámara de diputados. Ahí no paró, durante su gobierno ganó 23 de 25 elecciones de gobernador, incluyendo al estratégico Estado de México.

 

Y ¿cómo le hizo este odiado mesías tropical populista? Esa es la pregunta que se debe contestar. AMLO es un acontecimiento político analizado en distintos foros periodísticos, en círculos intelectuales, culturales y políticos; seguramente, pronto conoceremos tesis doctorales y libros sobre el fenómeno AMLO, un luchador social que cambió la correlación de fuerzas en un país de férreo control político, con un sistema presidencial autoritario, con cimientos donde reposan los huesos de los cuerpos sin vida de miles de opositores al régimen. AMLO es el nuevo líder de la izquierda latinoamericana y lo seguirá siendo cuando deje la presidencia del país. Ha escrito su nombre y el de México en la resistencia latinoamericana al neoliberalismo internacional y por su lucha en favor de los gobiernos progresistas.

 

¿AMLO es un superhombre? ¿es hijo de un millonario metido a la política? ¿es miembro de un grupo político poderoso? no. Nada de eso. Es simplemente un ser un humano. ¿Es un militante político? desde luego que sí; pero, sobre todas las cosas es un comunicador. Nadie como él para transmitir un mensaje, para hacer posible un diálogo con los más desfavorecidos. Esa es la base que lo hizo fuerte, indestructible frente a la constante guerra mediática en su contra. AMLO no enfrentó a partidos y a sus candidatos, superó a los dueños de los medios de comunicación que eran sus verdaderos adversarios.

 

“El peje”, “el cabecita de algodón” ha hecho escuela, ha marcado una nueva tendencia en la lucha por el poder público: comunicar.

 

 

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