
POR NORBERTO HERNÁNDEZ BAUTISTA
El 21 de agosto de 1994, el candidato sustituto del PRI, Ernesto Zedillo ganó las elecciones presidenciales. Obtuvo cerca del 49 por ciento de los votos, el PAN se quedó con el segundo lugar con casi el 26 por ciento y el PRD en el tercer sitio con el apenas el 16 por ciento. La transición del poder entre el presidente saliente y el entrante se dio el 1 de diciembre de 1994 y ahí se esfumó el legado salinista.
Hubo todo tipo de declaraciones que anunciaban un rompimiento por diferencias irreconciliables. Para el equipo zedillista “la economía estaba colgada con alfileres”. La respuesta de Pedro Aspe Armella, secretario de Hacienda del gobierno de Salinas, fue “para qué se los quitaron”. El año trágico de 1994 terminó con una severa crisis económica conocida como “el error de diciembre”. Fue una tormenta perfecta que inundó al país de pobreza y desgracia.
Desprestigiado y con frustración, Salinas nunca dejó de insistir que la culpa de la crisis económica fue responsabilidad de Zedillo. Se limitó a repetir que “la crisis se gestó por decisiones que se tomaron a partir de diciembre de 1994”. Nunca aceptó que el país empezó a perder confianza con la muerte del candidato del PRI, hubo fuga de capitales y las reservas en dólares empezaron a caer. La respuesta del gobierno fue emitir tesobonos que se negociaban en pesos, pero denominados en dólares. De tal manera que, a su vencimiento, el inversionista recibía su capital al tipo de cambio del día, por lo que podía convertirlos en dólares de manera inmediata. El efecto fue simple, los tesobonos crecieron y las reservas bajaron.
La estrategia funcionó unos meses, pero hacia diciembre de 1994 era insostenible. Los inversionistas tenían dudas que los tesobonos pudieran cobrarse. El gobierno contuvo la devaluación del tipo de cambio para mantener bajas las tasas de interés. Adicionalmente, la economía mexicana había importado más de lo que exportaba y observaba un deterioro en las finanzas públicas por el exceso de gasto. Se habían otorgado créditos para casas, departamentos, carros, tarjetas de crédito. Esto provocó un déficit en la cuenta corriente.
El escenario era insostenible, pero Salinas argumentaba en su defensa que en el momento de la conclusión de su gobierno el saldo de tesobonos era menor que las reservas internacionales, más los apoyos que tenía con el tesoro de los Estados Unidos, por lo tanto, esos tesobonos, que estaban denominados en dólares, estaban totalmente cubiertos por las reservas internacionales y por los apoyos externos. Sin embargo, Miguel Mancera Aguayo, gobernador del Banco de México, ofreció otra versión. En nueve meses, del 15 de febrero de 1994 —en que las reservas registraron su máximo histórico— al último de noviembre, las reservas cayeron casi 60%, al pasar de 29 mil millones de dólares a 12 mil millones. La mayor parte de esas reservas se perdieron después del asesinato de Luis Donaldo Colosio.
Las tasas de interés subieron en Estados Unidos; en consecuencia, para evitar la salida de capitales, el gobierno mexicano también subió las tasas de interés para hacer atractivo que el dinero se quedara en el país. La incertidumbre de los inversionistas externos motivó la exigencia de garantías para convertir en dólares sus tesobonos. El Banco de México inyectó dólares al peso para mantenerlo en la banda de fluctuación. Todas fueron medidas breves que simplemente alargaron la detonación de la bomba.
Para el 18 de julio de 1994, las reservas internacionales habían caído 9 mil millones de dólares más; Mientras, el saldo de los tesobonos se había disparado hasta los 14 mil 675 millones de dólares.
Continuará…
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