POR NORBERTO HERNÁNDEZ BAUTISTA
Andrés Manuel aprendió a vivir remando contracorriente, nada fue gratis para él y su movimiento. El sistema se aplicó en perfeccionar métodos de desgaste para presentar a la izquierda como un peligro para México. No tenía acceso a los medios de comunicación; ante los montajes con noticias falsas le negaban el derecho de réplica. ¡Qué se aguante pa´ ver si es cierto que muy, muy! Quien golpeaba al tabasqueño se sentía, y en todos los casos era visto, como un aliado del sistema. La escena parecía un pleito donde varios sujetos golpean a una persona, ya en el suelo lo patean, lo insultan y le gritan: ¡párate cobarde! De este modus operandi es ilustrativa la entrevista del comunicador Ciro Gómez Leyva, durante el desafuero.
Hubo otros periodistas, como Jacobo Zabludovski que, en una segunda etapa de su vida informativa, reconsideraron su posición y abrieron sus espacios de radio para dar voz al tabasqueño para que se defendiera de los señalamientos calumniosos o de acusaciones falsas. Era poco lo que se podía hacer, no había manera de revertir la guerra sucia diseñada para dañar su imagen como dirigente de izquierda. Pesaba en el ambiente político nacional el dicho, “calumnia que algo queda”. Sin embargo, haciendo valer, tal vez como antídoto, otro refrán de la cultura popular, Andrés Manuel aprendió que “golpe que no mata, fortalece”. Sus adversarios nunca entendieron que la imagen de su odiado adversario crecía subterráneamente, que se iba metiendo en la conciencia nacional como la humedad.
La soberbia del régimen y sus pregoneros los confundió, creyeron erróneamente que su adversario estaba acabado, que no tenía fuerza ni significaba ninguna amenaza. Primero le cerraron la oportunidad para que fuera gobernador en su natal Tabasco, luego lo atacaron con demencia durante sus protestas ante el fraude electoral en su contra. Ya como dirigente nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD) obtuvo triunfos por su habilidad en la operación política, siempre contra el aparato. Ganó posiciones importantes: gubernaturas, presidencias municipales, escaños en el senado, diputaciones locales y federales; eran señales que lejos de debilitarlo, su presencia nacional crecía. Su base social avanzaba.
Al dejar la dirigencia nacional del PRD, el sistema se lanzó a cooptar a sus nuevos líderes, a mandar señales de cercanía, de apertura, los querían como cómplices del saqueo nacional. Los llamados “chuchos” mordieron el anzuelo, se dejaron querer, apapachar, vivir del sistema, pegar con la izquierda para cobrar con la derecha. Como dijo el gobernador veracruzano, Fidel Herrera, ser parte de la “plenitud del pinche poder”. Andrés Manuel camino su ruta, siguió en el sendero de su proyecto progresista. Luchar por las causas del pueblo tenía sentido y esa era su máxima fortaleza. Fue tanto el acoso en su contra, que las audiencias terminaron por aceptar su movimiento y ser parte de sus batallas.
Llegó el momento de las elecciones presidenciales de 2000, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano buscaba ser candidato presidencial del PRD, pero el Licenciado Porfirio Muñoz Ledo también anhelaba ocupar la misma candidatura. El ingeniero pidió a Andrés Manuel “bajar” a Porfirio de sus aspiraciones. A cambio sería el candidato a jefe de Gobierno del Distrito Federal. No lo convenció. Porfirio se fue a otro partido y acabó apoyando a Vicente Fox Quezada, candidato a la presidencia de la república por el Partido Acción Nacional (PAN). No hubo de otra, AMLO asumió la candidatura. Primero hizo campaña, apoyando al ingeniero Cárdenas y luego, cuando vio que esa candidatura no progresaría, se movió en forma paralela. Como dijo Julio César al cruzar el río Rubicón: “alea iacta est”, la suerte está echada.
Continuará…
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